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Fablar II

EXORDIO:

         La palabra nos consume. La crepitación de un lenguaje diverso y convergente. Lo propio de una confluencia que une en la distancia que acerca a pesar de ideologías contrarias. Que responde como un apretón entre diversos. La palabra como la profundidad de vida, como la remota causa que aflora y cuenta disimilitudes y coincidencia a pesar de fronteras y cercados. La palabra como la llama elevada por encima del muro para las crepitaciones y “el fuego de la especie”. Para la floración y la marchitez que todo se extiende en la praxis literaria que biografía para el conocimiento global. La palabra ahí, en el poema o en el cuento y en la novela que la hiperboliza para un hálito mayor, para un descubrimiento del tamaño de la razón. Alcanzar las maravillas de la aurora cuando es paisaje, o de la risa y del llanto cuando es un personaje de quien se habla en el tráfago del discurso literario.

Fragmentario

El Río

Tadeusz Rózewicz

Mordí el cebo. Tengo completa libertad de movimientos, nado, emerjo a la superficie, voy al fondo. Tengo completa libertad de movimientos. A veces, cuando empiezo a forcejear, siento una suave resistencia. A veces siento un tirón. Imágenes, sabores. Me parecía estar viéndolos. Tengo sangre en la boca.Me equivoqué.

Era yo el que estaba en la superficie, y él estaba en las tinieblas, en las profundidades, en el centro mismo de la vida.

Sentí resistencia. Entonces di un salto gigantesco. En avión. Volé de noche entre las estrellas, sobre la tierra llena de cenizas humanas y animales, llena de plantas en descomposición que la han fertilizado, que la han transformado en vivificante humus. Sobre la tierra, que despedía un poco de luz de su superficie ya casi fría. Sobre la tierra que brillaba con el resplandor azul de los troncos y huesos en descomposición.

El mundo, tal como quedó grabado en mi memoria, era completamente transparente. Nuestra casa de madera estaba en una calle lateral. La calle se llamaba Dluga y estaba llena de barro. El barro sólo se secaba cuando había largos períodos de sequía. Tengo completa libertad de movimientos; puedo, pues, nadar tranquilamente, discurrir a la par del tiempo, atravesar las aguas sosegadamente, el forcejeo no .tendría ningún sentido. Se puede forcejear cuando el hombre está preso, pero yo tengo completa libertad de movimientos.

Aquí chapoteé. La casa era de madera. Tenía desván, el piso era de arcilla, agrietada, desvaída. Durante muchos años no sentí la menor resistencia, probablemente jugaba alrededor del cebo, pero no fui capturado. Y no sé cuando sucedió esto. Yo nadaba en un mundo transparente, de una a otra casa. Más adelante había un patio. En el patio crecía un peral verde. Todo tenía los contornos bien acentuados.

Narrativa

Mi Madrina, El Hueco

Ramón Lameda

        Ayer no llovió pero hubo tres días que no paró de llover. Mi padrino se fue antes del último aguacero, montado en un buey, en busca del médico. Adentro, en el cuarto, esta mi madrina muy grave, ella siempre me ha querido de una manera muy extraña, como un sueño, donde las palabras para contarlo, no hacen falta. Todo está lleno de sensaciones que se meten entre el pellejo en la sangre. Mi madrina es pájaro, es danta, es lluvia y sol a un mismo tiempo, y es triste como esa mata de coco. Ella dijo: el día que se muera esa mata, moriré también. Pero la mata se ve tan fuerte, reverdecida por las lluvias. Lo que más me sorprende es que la mata se estira cada vez más hacia el cielo, y mi madrina también.

¿Sabes hijo? Un día vendrán huracanes, se llevarán el techo de esta casa, y ese día me convertiré en colibrí y en medio de la rabia del viento me marcharé para siempre. Quiero que vengas conmigo. Ahora que estamos solos, volaremos por encima de los horizontes. Veremos a tu padrino y al buey, cubrirse de los huracanes. Seremos el mismo viento partiendo los árboles en el monte.

¡No madrina, no diga eso! Usted está delirando. El médico vendrá, y usted se pondrá bien de nuevo.

Entonces ella me miró, como diciéndole con sus ojos: no hay médico que cubre a los muertos. Todavía resuenan en mi cabeza sus palabras "si no me quieres acompañar, haz rápido un hueco en la tierra, y húndete en él, lo más que puedas. Desde el fondo del viento me llaman". Ella se fue levantando lentamente como un remolino, hasta quedar de pie.

¡Cava ahijado!

Tomé la chícura y comencé a cavar. Ella me miraba desde el corredor de la casa. Sus cabellos se agitaban en el aire, al igual que su vestido. El hueco ya estaba listo. A lo lejos, por sobre la copa de los árboles, se venían apelotonando las nubes en un bloque compacto, parecían esperar la señal de mi madrina, para emprender una furiosa carrera. Yo me encontraba con la tierra en la cintura, mi madrina me miraba con los ojos fijos, se me fue acercando lentamente, hasta posar sus manos de brisa sobre mi cabeza. Rápidamente se llenó el hueco de la tierra, cubriéndome hasta el cuello, una vez más mi madrina se inclinó hacia mí, dándome un beso en cada ojo. Se incorporó como una rama, alzó los brazos en dirección a las nubes, y estiró un grito en su garganta que, como un lanzazo, se clavó en la barriga del tropel de nubes que habían estado esperando su señal. Después, enseguida, se agarró del techo y se lo llevó a rastras por los aires, parecía que había olvidado la mata de coco, pero se devolvió, la agarró por los cogollos y la arrancó con todo y raíces, halándola hacia arriba.

Los rayos escondidos en las nubes, asomaban sus espinas de centellas, era como si una membrana espesa los mantuviera prisioneros, hasta que el trueno retumbó con todas sus fuerzas, abriendo una herida de fuego en el cielo, que lo fue rajando de arriba hasta abajo, para luego dejar una gran oscuridad en mis ojos.

Poesía

El Bardo Británico a bordo

(Pies Limpios en Piazza di Spagna)

Brion Gysin

Versión de Enrique Hernández D’Jesús

...Más abajo en la plaza donde giran los turistas con sus caras de pescado el barco fuente de Bernine padre, esculpido en piedra, aún está a flote, mientras las plumas viértete el agua hacia adentro y hacia afuera.

Allí Anniballe se lavó los píes. Y ahora con el rumor de las calles romanas no sé escuchan los cantos de Keats

Enterrado como fue Keats en Roma debajo de un triste ciprés lejos de su casa

Shelley Percy Bysshe Shelley desapareció con él viento que revolcó y hundió su barco

Pero, el fuego no pudo quemar sus restos que sus amigos incendiaron la lluvia apagó la llama

Mientras Byron en la playa dé Camaiore afinaba su lira de poeta preparando su oda fulminante contra el mar y con la afilada punta de un dardo sacó el pobre corazón asado de Percy

El señorial Byron un poco cursi envió esta reliquia a Westminster Abbey justo antes de irse para la Grecia en guerra donde buscaría para él mismo un, poco de inmortalidad poética

Ironía rima con Byronía

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